Creemos a veces que nos conocemos en el tiempo, cuando en realidad sólo se conoce una serie de fijaciones en espacios de la estabilidad del ser, de un ser que no quiere transcurrir, que en el mismo pasado va en busca del tiempo perdido, que quiere “suspender” el vuelo del tiempo. En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido. El espacio sirve para eso.
Bechelard, 1994.
Bibliografía:
1994.
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